Son muchos los ejemplos en Riaño, en casi todas las familias hay alguno. Vecinos que tuvieron que abandonar su casa y marchar a la ciudad, a otro continente, a kilómetros de donde nacieron. La emigración, entendida como el grupo de personas de un lugar que se trasladan su domicilio a otro lugar, ha existido siempre y por diversos motivos: supervivencia, mejora de la calidad de vida, amor, política…
Pero lo que hoy es un derecho según la Constitución de 1987, contemplando la libertad a emigrar, no siempre lo fue. En 1853 se suprimió la ley de emigración que prohibía la salida de españoles a América. Se abrieron las puertas para miles de españoles que, tras depositar cierta fianza, pudieron, salvo excepciones, aventurarse en busca de una nueva vida. Ya en 1907 se eliminó la fianza y pudieron viajar a ultramar (salvo militares, menores de edad y mujeres casadas).
El hambre y la Guerra hicieron que muchos riañeses, tuvieran que buscar salidas. También lo duro de las labores agrícolas y ganaderas. Dormir en Hormas con las vacas en invierno no debía de ser algo fácil. Llegaban a Bilbao desde donde tomaban un barco hasta Cuba, México, Argentina o Venezuela. Viajaban con lo puesto, y sabían que costaría labrarse un futuro. Llegaban a América sin nada. Algunos afortunados encontraron techo y comida a cambio de trabajo. Otros, sin embargo, sufrieron la lejana soledad y el hambre.
"De mi sólo te diré
que en esta noche tan oscura
sólo alcanzo a comprender
mi soledad y amargura"
El cine como testigo de la historia y la sociedad ha reflejado en numerosas ocasiones el fenómeno de las migraciones. La aldea maldita (1930) de Florián Rey, Vente a Alemania, Pepe (1971) de Pedro Lazaga y con la actuación de Alfredo Landa o Un franco, 14 pesetas (2006) de Carlos Iglesias, narran de maneras bien diferentes las historias de emigrantes. Drama o comedia, según la historia particular.

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